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domingo, 12 de octubre de 2014

Amanece



Queridos amigos:
Algunos habréis notado que mi regreso no ha sido tan “verdadero” como fue mi intención cuando decidí  volver. Hay un motivo de peso que quiero compartir con todos vosotros. He recibido una invitación para formar parte de un grupo de “ranas” en una bella “charca” literaria. Aun sabiendo que tendría que trabajar duro, acepté y ahora quiero estar a la altura del resto de los “batracios” y no defraudar a quien me abrió las puertas a un paisaje que es privilegio tan solo de unos pocos. Esto se traduce en dedicación casi exclusiva del tiempo que antes repartía entre blog (visitas a los vuestros y mantenimiento del mío) y demás tareas.  El último reto es la publicación de un libro de relatos conjunto bajo premisa común. Lo que requiere disciplina, correcciones (a lo que cada uno aporta su granito de arena), y en una palabra: COOPERACIÓN. Y esto no acaba aquí. Después vendrán infinidad de eventos y proyectos de los que quiero formar parte. En un momento en el que las cuatro paredes de mi casa me caían encima, he visto una ventana por la que entra la luz, y quiero aprovechar las vistas. Sé que me entendéis.  
No es un adiós. Es simplemente un ¡hasta pronto! Casi todos tenéis mi dirección de Email o mi Facebook, y por supuesto por aquí también podéis localizarme. Os envío un fortísimo abrazo de esos que tanto me gustan.

¡Nos vemos!

jueves, 2 de octubre de 2014

Una bonita leccion




Temprano por la mañana en uno de mis paseos al lado del mar.
Era un día cualquiera de los que sigue a “la movida veraniega”. No pude evitar el notar con dolor, como  la sufrida playa se veía plagada de restos abandonados por deshumanizados entes que la noche anterior celebraron  sus botellones o bacanales reuniones sobre la indefensa arena. En aquel momento me percaté de que un anciano con pinta de extranjero, cargado con cuatro sillas y dos sombrillas,  se acercaba con esfuerzo a la orilla. Me detuve a observar porque la escena me atrapó. Era muy mayor para tanto peso… Elegido ya el lugar en donde montar “el campamento” soltó con esfuerzo su carga. Una por una desplegó las sillas y después hizo lo mismo con las sombrillas. Cuando terminó miró a su alrededor y viendo las basuras se acercó y comenzó a recogerlas. Dos botellas de agua, un viejo y raído sombrero de paja, una botella verde de algún refresco y dos o tres bolsas de aperitivos vacías. Con todo esto en sus brazos se dirigió hacia la papelera, a solo unos metros,  y depositó lo que llevaba con cuidado. Entonces, con una lección aprendida, proseguí mi marcha.
A la vuelta, él y su mujer y otra pareja, descansaban relajados.
Gracias a personas como está el mundo sigue siendo habitable.