Al principio todo era caos. No había colores ni matices; ni nubes, flores o árboles. Aun no existían las
estaciones, ni el cielo cambiaba, porque
el sol y la luna no se habían repartido sus horas de trabajo. Pero un
buen día, un ser superior pasó por
nuestro planeta, y viendo el desorden, y comprendiendo que allí se necesitaba
mano dura, extendió su dedo índice recogió las aguas en mares y lagos y ordenó al sol que saliera y calentara la
tierra, y llegado el momento le pidió que se escondiese y encendió la luna y las estrellas creando así el día y
la noche. Repartió el calor y el frío
por zonas y ordenó que el tiempo fuera
cambiante, dando lugar a las estaciones. Se entretuvo entonces en plantar vegetales
según el lugar y el clima. Pintó con colores las flores y dio también algunos
brochazos en los árboles, y cuando todo
estuvo organizado, creó a los animales y los repartió por este nuevo mundo. Entonces,
y sólo entonces, le llegó el turno al
hombre, al que creó pensando que ayudaría a mantener la armonía pero…
¿Hemos defraudado al creador?
Si algo me sorprendió en Londres fue su limpieza.
Todo está pulcro y cuidado. Deberíamos seguir el ejemplo. Al menos aquí en donde vivo, da asco lo sucio que está todo.