Tranquila, esto no va a ser nada.
DA MIEDO verse tumbada en una camilla de quirófano rodeada por personal médico pendiente de ti, y pantallas en las que aparece tu nombre y distintas informaciones para ti incomprensibles. Mientras alguien te monitoriza, un enfermero conecta la vía que ya han abierto en tu brazo izquierdo a algún frasco que cuelga sobre tu cabeza. Al mismo tiempo una enfermera sujeta fuertemente tu brazo derecho a una especie de reposabrazos que tú ni siquiera habías visto, y desinfecta la cara interna de la muñeca con yodo, ayudándose de unas gasas y restregando con empatía. Para ella ya es pura rutina...
Esto va a ser un pinchazo especial.
DUELE notar no uno, sino dos pinchazos en la zona desinfectada. “Es la anestesia”, comenta el médico”. A partir de ahí “sientes” pero sin llegar al dolor y comienzas a visualizar en la pantalla más grande, el modo en el que el catéter va buscando su camino a través de la arteria, y como poco a poco, alcanza el corazón, TU CORAZÓN.
Contraste. ¡Ya está! Esto es tu corazón. Ahora vas a sentir calor por todo el cuerpo,es normal.
MARAVILLA ver el propio corazón por dentro, alguien anuncia: “ventrículo izquierdo” y una especie de árbol en otoño, desnudo de hojas, pero lleno de ramificaciones, aparece en pantalla, seguido de otro, y de otro… Como si de brisa se tratara, pero una brisa bien visible, comienza a brillar el contraste que ilumina las ramificaciones; la pantalla pasa rápidamente de una a otra toma y tú al tiempo que no quieres perderte detalle, no entiendes del todo lo qué está pasando.
Habla el médico: “Te explico. Hay una arteria coronaria obstruida casi por completo y tenemos que repararla”. Y entonces pide un “stent” (especie de muelle cuyo cometido es abrir la arteria)
ATERRA ver que todos se vuelcan a tu alrededor. El catéter de la pantalla parece haberse vuelto loco. Se cimbrea cual serpiente bailando y los primeros planos de venas y arterias aparecen y desaparecen en décimas de segundo. Al tiempo un dolor inmenso en la parte superior del brazo me hace gritar. Duele más y más…
¡Anestesia! Y una nueva sensación de calor, vuelve a apoderarse de mi cuerpo.
DESCONTROLA tanto dolor, pero aún más el saber que algo va mal, que mi corazón está dañado y que un cuerpo extraño está siendo introducido para repararlo desde mi muñeca hasta su destino final, mi coronaria obstruida. La anestesia mientras tanto comienza a hacer efecto, quiero dormir, pero no es momento. Tengo que seguir pese al dolor las instrucciones del médico: “llena el pecho de aire. Ahora vacíalo, vuelve a llenarlo y mantenlo…”
Ya casi hemos terminado. Lo siento, has sufrido un espasmo arterial en el brazo y de ahí el dolor.
ALIVIA el saber que todo está acabando, que el dolor va a cesar y que esa sensación de mareo mezcla del efecto de la anestesia y de la misma intensidad del daño que estoy sufriendo, va a terminar.
Ha sido un éxito, tu corazón ha quedado perfectamente.
ALEGRA saberlo, pero ASUSTA el pensar en todo esto, en el pasado, por lo que pudo haber sido. En el presente, que es la puerta al mañana, y en el futuro que hay que afrontar.