Es poco tiempo el que vamos a viajar en el metro, no como
ese pobre hombre al que se
le cae la cabeza disfrutando de un profundo sueño arrullado por el tedioso
traqueteo, “seguro que lleva horas allí sentado…” Pero entre
una y otra estación, escuchamos la voz de un anciano vestido de militar que cual orador profesional,
tras un pequeño discurso, pide dinero para salvar el mundo.
Mientras a mi lado un padre juega con el pelo de un bebé rubio que va sentado en una sillita y le
recrimina a la madre del pequeño que no
le haya cortado el pelo.
Miro hacia la izquierda y observo a un hombre que duerme con la boca tan abierta, que parece estar pasando la
revisión del dentista. “Veo” sus ronquidos, pero con el traqueteo del tren, no
los oigo.
De repente un chico joven se levanta corriendo e intenta
abrir la puerta del vagón que acaba de
cerrarse. “Estaba jugando con el móvil y se me ha pasado la estación” Nos explica. Sin éxito,
tiene que esperar a la siguiente para bajarse.
Sentada en otro asiento una muchacha sudamericana habla a
voces por el teléfono disculpándose por el retraso y comentando que se
encuentra a solo una estación de su destino. Efectivamente, se levanta y sale apresuradamente
cuando el tren para.
A mi derecha una chica dormita apoyada sobre la barra de
sujeción. Mientras la observo con cierta
envidia, un “chaval guapísimo” (palabras
de mi hija) entra en el vagón y sacando una guitarra de su funda nos deleita
con una preciosa canción que él mismo ha compuesto. Tiene mejorvoz que muchos
artistas consagrados, pero su talento está por descubrir… Ojalá que en un vagón
de algún tren, de cualquier estación, este chico encuentre lo que se merece.
…
Hacía años que no montaba en el metro. Veo que me sigue
gustando observar.