Paseaba ayer por la playa, como hago casi a diario y noté con pesar como el ambiente de este tranquilo lugar durante el invierno, había cambiado. Cientos de personas hoy destrozan la paz de ayer, y hieren de mil maneras a la sufrida naturaleza.
Basuras que manchan arena y paseos y que no hablan precisamente bien de quienes las abandona ignorando las múltiples papeleras; bicicletas que te atropellan si no andas con mil ojos, excrementos de perro que pisas si te descuidas, coches y más coches que rompen el encanto de la naturaleza que un verano más tendrá que luchar duro para sobrevivir...
Seguía andando indignada con mis pensamientos, cuando me percaté de dos niños que jugaban a espantar a varias palomas que volvían una y otra vez a comerse el contenido de una bolsa de chuherías que alguien había dejado atrás, como tantas otras cosas, y fue entonces cuando recordé esta historia que había leído hace tiempo. Tras indagar un poquillo, la he traído aquí para compartirla con vosotros.
Seguía andando indignada con mis pensamientos, cuando me percaté de dos niños que jugaban a espantar a varias palomas que volvían una y otra vez a comerse el contenido de una bolsa de chuherías que alguien había dejado atrás, como tantas otras cosas, y fue entonces cuando recordé esta historia que había leído hace tiempo. Tras indagar un poquillo, la he traído aquí para compartirla con vosotros.
"Unos niños jugaban en una playa con unas gaviotas.
Las aves venían sin ningún temor a posarse en los brazos de
los chiquillos, que bailaban con ellas.
Cuando regresaron a sus casas, por la noche, su padre les
dijo:
- Me he enterado de que habéis estado jugando con las
gaviotas. Coged algunas mañana para que también yo pueda jugar con ellas.
Cuando al día siguiente los niños se dirigieron a la orilla
del agua, ninguna gaviota vino a volar cerca de ellos. Se quedaron lejos,
planeando por los aires."
( Los pájaros presintieron que querían apresarlos. Algunas
cosas son a veces maravillosas, pero cuando uno quiere hacerlas suyas, pierden
toda su magia, ya no nos pertenecen).
Es impresionante tu entrada , muy cierta y muy reflexiva...
ResponderEliminarBesos.
Gracias María. Son vivencias que te dan la mano y te acompañan por otros caminos. Comencé hablando de palomas y terminé con gaviotas...
ResponderEliminarUn abrazo, y ¡bienvenida por mi rincón!
Amig@mi@ he descubierto tu blog por casualidad mientras buceaba entre los enlaces de otros que sigo... y me parece precioso... con tu permiso me quedo por aquí..
ResponderEliminarPreciosa la reflexión de las gaviotas, la hermosura de cada cosa, está en su lugar específico...
Un beso
Las playas atraen el turismo y hoy, más que nunca, las ciudades costeras intentan mantenerlas limpias.
ResponderEliminarTienes razón en lo que dices, se descuida demasiado lo que nos rodea y al llegar la noche, playas y parques adquieren, muchas veces, un aspecto lamentable.
En mi época, se estudiaba urbanidad, hoy creo está un poco pasada de moda.
Esas gaviotas son muy listas, demasiado, diría yo.
Hoy tu entrada encierra una buena lección.
Cariños.
kasioles
Dos maneras de respetar la naturaleza: no ensuciarla y no apresarla o aniquilarla.
ResponderEliminarCada turista y sus desperdicios son un mundo...
ResponderEliminarDe vez en cuando la visión o consejo de los mayores les fastidia el juego y la vida a los niños...
Besos.
La marabunta de bichos ha llegado.
ResponderEliminarAléjate todo lo que puedas.
De aquí unos días desaparecerá.
Besos.
Amando, por supuesto te recibo encantada. Te devolveré la visita.
ResponderEliminarMi bienvenida y un saludo.
kasioles,
ResponderEliminarEs una pena. Ahora comienza lo duro para la gente que vive aquí, y es que el respeto se ha perdido. El pagar por un alojamiento no te da bula para todo. Pero los de fuera no son los únicos. Ahora se ha puesto de moda "acampar" en la playa y allí comen, beben, juegan, y por supuesto hacen sus necesidades... Es una pena
Un abrazo, amiga
Fran,
ResponderEliminarsi esto sirviera sólo de recuerdo...
A veces, las menos, no respetamos porque nos olvidamos. ¿No?
Bienvenido. Te devolveré la visita
Un abrazo
Impersonem.
ResponderEliminarNos falta humanidad. No pensamos en el prójimo, y eso es el fallo.
La segunda lección tiene mucha miga. Demasiada para "este pan".
Un abrazo
No, amigo Toro.
ResponderEliminarAquí ya se abrió la temporada de playa y la paz del invierno no volverá hasta Noviembre. Si pudiera alejarme, no lo dudes, lo haría...
Un abrazo
No me imagino yo a las gaviotas dejándose atrapar... Las he visto en las Islas Skellig en Irlanda llevándose por los aires los sandwiches de los turistas sin tocarles ni un dedo en cuanto los sacaban de las mochilas. Aquellos se quedaban con una cara de idiota, al ver que un bicho volador en dos segundos se les había llevado el almuerzo... ¡ja, ja! Vamos, que las gaviotas, dejarse domesticar, nada de nada. Al menos, aquellas. Las de aquí, no sé.
ResponderEliminarCuando intuimos las redes que nos atarán, no solo los pájaros temen... También nosotros.
ResponderEliminarSaludos.
Me rindo ante este post Montse!
ResponderEliminarEn el nos hablas de tu sensibilidad por la naturaleza y el entorno, y de cómo te duele presenciar la llegada de los turistas o bañistas maleducados e irrespetuosos con una tierra que aunque es de todos, muy pocos la respetan y cuidan como debería hacerse. Y finalizas con bello cuento de Jodorowsky, que no hace sino demostrarnos la sabiduría de los animales, en este caso las aves, al desconfiar del ser humano. Y es que, a lo largo de los siglos, nosotros mismos nos hemos ganado el desprecio y la desconfianza de animales que como nosotros viven en este mundo, pero e lugar de maltratarlo lo cuidan y sobre todo, sin que nadie se lo diga, saben respetar el entorno sin molestar o atacar a las otras especies....
MI apaluso.
Un fuerte abrazo y muy feliz Semana Santa!
Me has inspirado un nuevo post, Ana. Obviamente tendrás que esperar a ver mi respuesta a tu comentario.
ResponderEliminarUn abrazo
No puedo estar más de acuerdo, Antonio. Yo ahora, por la edad de mis hijos, lo veo cada día. El adolescente que ha tenido la soga muy prieta, es el que más lejos escapa al soltarse.
ResponderEliminarGracias por tus palabras.
Un abrazo
José.
ResponderEliminarSí, sufro con los desperdicios. Sufro por la falta de educación y civismo, y lo que disfruto en invierno, se convierte en un verdadero calvario en verano. ¿Por qué la gente no piensa un poquito en los demás? Es algo que no lograré entender nunca. No cuesta tanto, cuando hay papeleras cada 10 metros.
Es mi lucha, amigo. Gracias por tu comentario
Un abrazo y feliz semana a tí tambén.
Me ha encantado la historia, amiga mía...
ResponderEliminarA nadie le gusta estar preso ni ser apresado; está claro.
Un abrazo libre libre ( o dos)
Tanto tu reflexión como el relato son muy ciertas ...
ResponderEliminarBesos
Tanto tu reflexión como el relato son muy ciertas ...
ResponderEliminarBesos
Kayla,
ResponderEliminarA veces es conveniente detenerse a pensar. Y sobre la suciedad, es que es superior a mis fuerzas. Me asquea.
Un abrazo, amiga
Gracias, Gaby.
ResponderEliminarCada día esta reflexión aflora. Es una pena ver la playa llena de basuras. De esta forma aporto un pequeño granito de arena aunque solo sirva para llamar la atención.
Un abrazo
Esperando estoy, a ver qué se te ha ocurrido...
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo tengo escrito, Ana, pero hoy había que hacer mención a la literatura y los libros...
ResponderEliminarUn abrazo, amiga
OK, a ver con qué me sorprendes. :D
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