Mis primeros recuerdos sobre el tema de qué querría ser en
el futuro están unidos a la pintura. De pequeña pintaba sin parar. Siempre
había entre mis regalos de Reyes, libros de colorear que luego recortaba para
hacer cuadros con las imágenes, que
previamente había copiado a mis cuadernos de dibujos. Por supuesto quería ser
pintora.
Después llegó la época de mi vocación por la medicina, hasta
que comprobé que me mareaba cada vez que veía sangre y cambié de idea, aunque solamente
para dar paso a planes de veterinaria, porque me encantan los animales, pero
algunos también tienen sangre, y el
parto de una vaca no debe ser nada agradable…
Después pensé en un futuro como cantante, pero eso sí, sin
cantar en público, que soy demasiado vergonzosa. Me conformé con el coro, el
trío “Capicúa” y un puro autodidactismo con la guitarra.
-Mejor seré
astronauta - como escribí en una encuesta que nos hicieron en el colegio
sobre nuestras vocaciones… Pero para ser astronauta hay que tener muy buena
forma física y el ejercicio y yo, divorcio seguro.
- Me convertiré en detective, ¡que me encantan los libros de
Agatha Christie!...
Y ya con los pies en la tierra me decanté por las
matemáticas, que me fascinaban. Pero mira tú por dónde, caprichos de la vida (
y esto es otra historia) acabé estudiando Inglés. Una Filología, con historia, latín,
geografía… O sea, lo que nunca habría intuido que yo estudiaría.
Hoy miro para atrás y
me duele ver tanto pasado y tan poco presente.
Hoy siento que pude
ser mucho, y apenas soy nada.
Hoy me pregunto qué
habría sido de mi si…