Una Serpiente en el Camino

No suelo publicar dos entradas en un mismo día, y más ahora que por falta de tiempo me he propuesto frenar un poco mi ritmo, pero esto ha sido algo que me ha pasado hace apenas una hora y, publicarlo mañana, no sería lo mismo.

El sol está cayendo poco a poco, demasiado lento, la serpiente no puede esperar al cobijo de la oscuridad…arrastrándose sobre su estomago, zigzagueando, tan rápido como el rugoso suelo de asfalto le permite, intenta cruzar la carretera. Yo no voy deprisa, no suelo hacerlo y menos por ese camino con tantas heridas y cicatrices, pero aún así, no puedo evitar el pasarle por encima, es muy larga, ocupa casi la mitad de la calzada…
Mi primera reacción es mirar hacia atrás por el retrovisor, la veo quieta, pero la distancia entre ella y yo crece tan rápidamente que un momento después ha desaparecido de mi vista…
Mi estomago se encoge, yo no puedo matar ni un mosquito (bueno, eso sí), y el haber cometido este asesinato constituye para mí un peso moral demasiado duro.
No se aparta de mi mente, voy recorriendo los kilómetros que me separan de mi destino (llevo a mi hija a ver el partido de España a casa de una amiga), sin poder apartar el animal de mis pensamientos y de repente… Algo cambia dentro de mí.
Ahora siento que esto ha sido una señal, no sé por qué, pero NUNCA había atropellado a ningún animal y, el hecho de que hoy haya acabado con la vida de la pobre serpiente…Intento justificarme autoconvenciéndome de que era un ser rastrero, engañoso (véase el Génesis en La Biblia), y traicionero (El libro de la Selva), y mi terapia surte efecto, hace que mi sentimiento de culpabilidad desaparezca y que me inunden dudas e incertidumbre sobre el significado de lo acontecido.
Ya en casa logro descifrar el enigma.
Ahora lo sé.
Efectivamente fue una señal; un final, es un final…