Me llegó por Email y me encantó. Después de algunos retoques este es el resultado:
Cuenta la leyenda que el rey de una lejana comarca un buen día recibió como obsequio dos pequeños halcones y se los entregó al maestro de cetrería para que los entrenase.
Al cabo de algunos meses, el rey pidió informe al cetrero acerca del entrenamiento de las valiosas aves.
El maestro le informó que uno de los halcones respondía perfectamente al entrenamiento, pero que el otro, desde el día de su llegada, no se había movido de la rama donde él lo dejó.
El rey mandó llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero nadie pudo hacer volar al ave.
En un acto de desesperación, el rey decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una jugosa recompensa a la persona que hiciera volar al halcón.
A la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente frente a las ventanas de su palacio.
El rey le dijo a sus cortesanos:
-Traedme al autor de este milagro.
Los cortesanos rápidamente le presentaron a un campesino.
El rey le preguntó:
-Tú hiciste volar al halcón. ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago?
Intimidado, el campesino le dijo al rey:
-No fue magia ni ciencia, mi Señor, sólo corte la rama y el halcón voló. Se dio cuenta que tenía alas y se empezó a volar.
Las crónicas narran que desde entonces el halcón voló libre y sin restricción alguna y el rey simplemente disfrutaba de su vuelo…
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¿Y tú, a que estás aferrado? ¿Qué te impide volar? ¿Qué es eso de lo que no te puedes soltar?
Tenemos sueños, queremos resultados, buscamos oportunidades, pero no siempre estamos dispuestos a correr riesgos.
Deja de aferrarte a tu propia rama y corre el riesgo de volar más alto.
¡¡¡ATREVETE A VOLAR !!!
(Cuento de dominio popular. Desconozco el autor)
Siempre he sido muy insegura. Dudé antes de dar cada paso importante y la indecisión volaba a mi alrededor.
ResponderEliminar¡Ojalá hubiese escuchado esta historia mucho antes! Pero nunca es tarde...
Un abrazo
Que tiene que ver este relato con etica y valores
EliminarEs verdad el lastre que acarreamos nos hace difícil emprender el vuelo.
ResponderEliminarA veces, Tracy, no es el lastre lo que nos hace no despegar, sino el hecho de no saber que tenemos alas...
ResponderEliminarUn abrazo
Bueno, yo he vivido más de la mitad de mi vida atado y no por voluntad propia. Ya sabes de lo que hablo. Pero bueno esta es tu casa, y ya tengo mi blog para despacharme a gusto con los que se empeñan en que una parte de la humanidad vivamos atados a su rama :)
ResponderEliminarPero sufro pensando en todos los que todavían no pueden ser libres como yo.
Creo que todos, Alfonso, en uno u otro sentido, vivimos atados a nuestras particulares ramas. Tú has sido afortunado porque te diste cuenta de que tenías alas sin que hiciera falta romper la rama.
ResponderEliminarUn saludo
cuánta razón hay implícita en esta historia. la vida es igual!
ResponderEliminarBsos, maestra.
Muy bonita entrada...busca el elefante encadenado de Jorge Bucay, es muy parecido...Te gustará.
ResponderEliminarSaluditos
Noemí
Todos tenemos nuestro propio lastre. Todos tenemos que conquistar nuestra propia libertad. Yo no soy ningún halcón, me conformo con ser un pequeño estornino, pero que me dejen volar...
ResponderEliminarQué bonita historia.
ResponderEliminarVolar es fácil, lo malo es aterrizar. Hay días en que me digo a mí misma que remontaré vuelo, otros me duelen las alas, y otros ni sé si las tengo. Nada, que soy un pájaro raro vio?.
Un abrazo
José, por eso nos llega tan dentro, por su similitud con la vida real.
ResponderEliminarUn abrazo.
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Noemí,
lo conozco. Sí, es parecido y el mensaje que encierra es el mismo. Volaremos cuando queramos volar. Mientras tanto la pasibidad y la espera...
Gracias por tus palabras y bienvenida.
Un abrazo
Magnífica lección, excelente moraleja. Cuando uno se encuentra ante el riesgo o la amenaza, su inteligencia se despierta para lograr afrontarlo. Cuando eso ocurre, uno controla su vida. Un abrazo, Montse
ResponderEliminarSalamandrágora,
ResponderEliminarcomo tú bien dices nos conformaremos con nuestra propia libertad, sea esa la que sea.
Un saludo
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Vivian,
Todos alguna vez sentimos miedo, a volar a veces y a aterrizar yo diría que siempre. Pero después del vuelo, el aterrizaje es obligatorio, amiga.
Un abrazo grandeeeee
Fernando, ¡qué alegría!Te he echado mucho de menos, pero desapareciste y pensé que ya no volverías. Me alegro de tu vuelta.
ResponderEliminarEn cuanto al mensaje, hoy el mérito no es mío, sino del que escribió el cuento.
Un abrazo
Yo sé de un halcón que fue incubado por una gallina junto a los pollitos y por más que era el único que podía mirar al cielo, nunca aprendió a volar . nadie lo subió a una rama.
ResponderEliminarLo has contado guai.
Un beso
Qué bello comentario, André. Tengo yo escrito un relato de un halcón que se enamoró de una gallinita ...
ResponderEliminarMe lo has recordado.
Un abrazo
Como corte mi rama verás que hostia me doy.
ResponderEliminarBesos.
jaja, Toro, ¿No tienes alas?
ResponderEliminarUn abrazo
Es cierto que a veces cuesta dar ese impulso para "volar"... y en muchas ocasiones merece la pena arriesgarse. Hay dos teorías, la de "quien no arriesga, no gana" y la de "quien no arriesga, no pierde". Ambas ciertas, pero creo que merece la pena intentar luchar por lo que queremos, aunque nos demos algún que otro batacazo, que también de eso se aprende.... y mucho.
ResponderEliminarBonita historia Montse!
Un besazo y gracias por tu comentario y contarme que lo probaste. Lo tendré en cuenta.
Siempre hay que intentarlo Alma. Aunque también es bueno saber retirarse a tiempo. Es cierto lo de que las dos teorías son ciertas, pero nos quedaremos con la primera porque a la segunda le podría mos añadir:
ResponderEliminarquien no arriesga no pierde NI GANA.
Un besote
buenísimo, me ha encantado, yo trato de volar, si que lo intento
ResponderEliminarAna M.
ResponderEliminarPues quien la sigue la consigue dice el refrán. LLegarás a volar alto.
Un saludo
Montse, mi nube siempre tiene un hueco para ti, desde allí podemos volar por los mundos vedados a los que no saben soñar.
ResponderEliminarUn beso,
¡Ay amiga!.Cuántas veces he querido volar, alto, sin trabas, a mí aire... pero pesan demasiado las vivencias que hemos cosechado con la propia vida. Esa es mi rama y yo, sigo aferrada a ella.
ResponderEliminarEn fin... siempre nos quedan los sueños.
Besinos, Amiguina.
Jaja, Saudades, cualquier día acepto la propuesta y nos damos una vueltecilla.
ResponderEliminarGracias
Un abrazo
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Celia,
pues tienes que romper esa rama y lanzarte. Tienes dos preciosas alas que no son precisamente un adorno.
¡Ánimo!
Un abrazo
¡Huy, huy, huy! si yo te contara.
ResponderEliminarTJwt Tronken: "Me aferro a cada milímetro de mi existencia que alegremente dono a cuántos quieren estar conmigo".
Pues entonces, Rafa, habrá que romper más de una rama. ¡Cómo me gusta ese Tronken!
ResponderEliminarUn abrazo
Claro, si le quitan la rama, no le quedan más narices que volar, igual que si te tiran a una piscina no te queda más remedio que nadar, para no ahogarte. :-D
ResponderEliminarUna gran lección que se agradece
ResponderEliminarun abrazo :)
Amelche,
ResponderEliminarveo que has captado la idea, jaja.
Un abrazo
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Mariluz,
Gracias a tí, amiga.
Otro abrazo
A veces esos cuentos populares tienen unas enseñanzas de lujo. Me ha encantado. Lopodemos aplicar a cualquiera. Muchas veces el desconocimiento nos impide actuar.
ResponderEliminarUn abrazo, Montse.
Teresa
Sí, Teresa, pasa como con las leyendas, que guardan en su interior verdaderos tesoros para el alma.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola preciosa...parece que a medida que pasan los años más nos aferramos a nuestra rama y cada vez es más difícil echar a volar, responsabilidades, miedos, conformismo y un largo etcetera de excusas nos impiden volar, aunque también creo que hay un momento en que hacemos un "click" y poco a poco y no sin esfuerzo empezamos a cortar la rama que nos aprisiona...se vuela mejor sin tanto peso...
ResponderEliminarun post excelente...una lección para poner en práctica...
Muchos besoooosssss!!!!
Nos falta quizás, Anakonda, el empujón del buen hombre que corte nuestra rama para que entonces, sin más remedio, nos lancemos al vuelo.
ResponderEliminarGracias por tus palabras.
Un abrazo
Volemos sin mirar a abajo...
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Eso también es importante, amigo Antonio.
ResponderEliminarUn saludo
Muy bueno.
ResponderEliminarHay que romper los ataduras que impiden alzar vuelo, pero como en el cuento, es una circunstancia, un hecho, el que de pronto te hace tomar consciencia de que TIENES ALAS.
Otro beso.
Mercedes.
A veces Mercedes es sólo cuestión de eso, no nos percatamos de que tenemos alas y por eso no emprendemos el vuelo. Pero eso a tí no te pasa. Tu vuelas y tus vuelos son altos.
ResponderEliminarUn abrazo
Wow! Es muy buena reflexiòn realmente, me da la impresiòn de que en esta ilustraciòn estamos la mayorìa de los mortales.
ResponderEliminarSolo que a veces nos parece que otros vuelan y vuelan, pero no es asì; a veces habrà que volver a apoyarse en la ramita, para recobrar un poco de fuerzas y luego seguir volando...
Aunque debo entender, creo yo que no debo caer en los extremos; es decir no siempre estaremos en el fondo del barranco, ni tampoco siempre en la cima, necesitamos siempre equilibrar nuestras fuerzas,mantener un balance.
Considero que el mensaje de fondo de este relato nos induce a enfocar nuestro talòn de aquiles,y asì ser concientes del mismo, no para estancarnos, sino para poder superar cualquier adversidad. Muy esperanzador!
Si tienes el corazòn roto, espera un tiempo para cicatrizar las heridas; te duele, perdonas y luego podras volar siendo libre.
Gracias por compartir
/Cariños!!
Gracias Francisco José por tu extenso y sabio comentario. La verdad es que este cuento da para horas de reflexión y para multitud de interpretaciones. Quedémonos en la más obvia, a veces no nos lanzamos a volar porque desconocemos que tenemos dos lindas alas.
ResponderEliminarUn saludo