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Son las 5 de la mañana y en el exterior se oye como la lluvia golpea en las ventanas, los tejados y las palmeras.
Me gusta, pero a estas horas de la noche, desde la cama, no disfruto de su forma de lavar las hojas, los campos, el aire…
Imagino entonces el cambio cromático que se produce cuando llueve; los verdes incrementan su tono y el suelo se oscurece. El aire ahora de marcada transparencia, revela la imagen de un bello cielo pintado de gris.
Bellos contrastes que en la oscuridad de la noche, sólo lo vivo en el recuerdo…
Tampoco disfruto su olor. Ese aroma a tierra mojada que se capta antes incluso, de que nos mojen las primeras gotas.
Pero puedo oír su sonido cuando una ráfaga de viento la empuja racheada ; como el ritmo de su son, se acrecienta o disminuye por momentos…
Y ahora, a través de las ventanas veo como la sombra que todo lo envuelve se torna por segundos en un rápido haz de luz; escucho los truenos allá a lo lejos y como se van acercando. Parecen estar decididos a quedarse.
Disminuye su ritmo, como hace la lluvia pero queda un murmullo, roto a veces por el quejido más o menos fuerte de los cielos al rasgarse…
Así hasta el amanecer que hoy es tan oscuro…
Es su carta de presentación.
Bienvenido, Otoño.