El Hada

Ahora que mi mente no está aquí, sino allí. Ahora que me cuesta apartar mi vista y mi pensamiento de “ese algo”, como la polilla no puede apartarse de la luz, y en este instante en que se agolpan en mi cabeza mil y una preguntas sin respuestas, y respuestas sin preguntas, precisamente ahora, es cuando más debo tratar de razonar.

Necesito claridad para encontrar el camino en el espeso y oscuro bosque en que me hallo perdida.

Busco detrás de cada roca, entre las ramas de cada árbol e incluso en el suelo que piso y es entonces cuando sucede el milagro y volviendo a mi infancia, vuelvo a creer en Hadas y Duendes buenos. Sin previo aviso, delante de mí, un personaje de mis cuentos de niña, se ofrece a escucharme, a secar mis lágrimas y a darme cobijo para descansar si no mi cuerpo, al menos mi alma que es lo que más necesito.

Le dejo participar en las historias que me ahogan, hablamos largo y tendido… y entonces, me tiende su mano y me regala su magia. Al menos en mi interior hay ahora algo que se mueve, brilla y hace cosquillas. Sonrio aunque no ría, y no lloro aunque tenga motivos. ¿Qué es? No puedo explicarlo.

No he encontrado la luz, ni siquiera una senda, pero si os aseguro, que el hecho de no sentirme sola, ha obrado el milagro y por ahora, ¡seguiré caminando y buscando un camino, porque tú AMIGA HADA, caminas conmigo!