Retorno a Pompeya 2.
Os voy a pedir que releáis la entrada anterior sobre Pompeya, que paseéis de nuevo por sus calles y establecimientos, dejando a vuestras mentes imaginar la ciudad antes de la erupción del volcán, y …
23 de Agosto del año 79 d.c.
Modesto era comerciante. Estaba de visita en la ciudad de Pompeya, una de las más prosperas en esa época. Había venido de lejos cargado con sus telas para hacer negocios allí.
Después de un largo y caluroso día de charlas y tratos decidió visitar algún restaurantes de comida rápida de los que había en el pueblo, eligió su menú de uno de los múltiples huecos de obra de la barra, en donde se guardaba la comida, y salió con su paquete de comida envuelta en hojas de higuera, camino de un bar cercano de los muchos de los que gozaba la ciudad; allí satisfizo su hambre y su sed, pero no su aburrimiento y su calor, por lo que decidió dar un paseo hasta las termas para descansar, refrescarse, y pasar algo más de tiempo antes de ir a dormir…
La tarde iba cayendo con la retirada del fuerte sol y, lentamente también aflojaba el calor.
La gente entonces abandonaba sus casas para pasear por las calles, sobre todo los niños y las mujeres que habían pasado todo el día en las casas huyendo del calor… “mujeres”, “mujeres”… esa palabra se repetía una y otra vez en su mente. Entonces, sus pensamientos cambiaron de rumbo, al igual que sus pasos...
Había oído que en Pompeya había 25 burdeles; en cada barrio había un prostíbulo o incluso dos, y como un autómata siguió caminando por los empedrados de la ciudad, esta vez con otro fin, encontrar uno de estos lugares y pasar allí un poco del tiempo de lo mucho que le sobraba hasta que llegara el mañana…
Le habían contado que los caminos hacia estos centros estaban señalizados. Un dibujo de un pene, tallado en las piedras del camino, indicaban la dirección por donde tenía que ir el romano si quería disfrutar de estos servicios, para evitarle tener que preguntar directamente a los demás habitantes en caso de no conocer el camino… Su paso ahora se convirtió en un andar sin levantar la vista del suelo, en busca de las señales que le evitaran la vergüenza de tener que indagar de otro modo.
En su camino, comprobó que estas indicaciones eran reales y sin darse apenas cuenta llegó a una calle estrecha y corta, en la que se encontró de golpe con el burdel “El Lupanare” en un angosto cruce de tres callejas, sitio perfecto para evitar el ser visto entrando y saliendo. Sin dudarlo … pasó al interior
Dentro encontró un salón principal bastante pequeño de donde partían las habitaciones. En la parte superior de cada puerta de acceso a las distintas estancias, había un fresco en el que estaba dibujada la posición sexual practicada en esa habitación, alguien se lo había comentado: en Pompeia las habitaciones y las mismas prostitutas en los prostíbulos, estaban divididas por “posiciones” ; es decir, que según la postura en la que quisieran recibir placer, serían dirigidos a una u otra habitación.
Había otro piso en la parte superior, pero también oyó que esta planta con habitaciones más amplias y de mayor intimidad era para los clientes ilustres, por lo que Modesto no hizo ni siquiera ademán de subir.
Contratado ya el servicio que supuestamente iban a darle, fue introducido en una de estas pequeñas celdas con unos catres formados por un colchón, no muy higiénico, de pajas, y una dura base de obra y allí, tranquilamente, pues la noche aún tardaría en llegar y él no tenía prisa, esperó a su chica…
Pero entonces un ruido que provenía de las mismas entrañas de la tierra le hirió los tímpanos, la gente gritaba en el exterior, asomó la cabeza a la calle y vio una gran llamarada de luz y humo saliendo con furia por la cima de la montaña., “El Vesubio”, quería recordar que la llamaban y, entonces empezó a toser, los ojos le ardían, la garganta le quemaba, vio gente desplomándose a su alrededor , él mismo notó como el sueño le invadía, apoyándose en las paredes, y cegado por las lágrimas que manaban de sus ardientes ojos, volvió a la celda, se recostó sobre el catre y se durmió para siempre…
Esto es un relato ficticio de lo que pudieron ser los últimos momentos de un ciudadano de paso en Pompeya. Todos los datos y nombres son reales, así como las descripciones de los distintos escenarios en los que tiene lugar la historia.
M.D. te prometí un cuento y aquí lo tienes. No se si este será de tu agrado, pero llevaba luchando por salir desde que visite las ruinas de Pompeia y hoy se decidió a hacer su aparición...
ResponderEliminarUn besote
Amig@ mi@: ya lo dice el refrán (o debería decirlo) "Cuando vayas al lupanar, mira al volcán antes de empezar"
ResponderEliminarSalud
Como ya te dije...excelente.
ResponderEliminarTu ya tienes un trocito, no hace falta que pidas que te lo regale.
Muchos besos!!
Pancho, no lo conocía, y mira que por ser castellana conozco unos cuantos. Gracias por la información y el comentario. Bss
ResponderEliminarLo acepto y guardo a buen recaudo no me lo roben. un bs
ResponderEliminar“Pues os dejo ahora otro ejemplo de relatos infantiles NO aptos para niños, que aunque esconda ciertas enseñanzas, también puede causar traumas en las inmaduras mentes infantiles…” (copiado literalmente de dos entradas anteriores-la bobina mágica-) Ya tenías en mente cargarte al pobre Modesto…Cómo eres!!!!
ResponderEliminarEscandaloso?????????? Es para todos los públicos…pero claro en esto del sexo, nunca estamos de acuerdo hombres y mujeres.
ResponderEliminarMe gusta mucho.
Besos y abrazos.
p. :)