3 Barcos de Vela 2

Como ya os conté en la entrada anterior "3 Barcos de Vela" , llegó el mañana...

Después de toda una noche en vela, mi dedo doliendome como si lo tuviera entre sus dientes un fiero Bull Dog, y la forma tan extraña que estaba tomando, decidí hacerme la radiografía de turno para que me dijeran lo que ya sabía, que estaba roto.

Con “mi foto” en mano me acerqué a un amigo traumatólogo que menos “bonita” me dijo de todo y, he de reconocer que tenía razón.

Después de anestesiarme hasta el codo y casi mandar la camilla a otra habitación de los esfuerzos por devolverle al dedo una forma decente; a base de tirones logró colocarlo. Fue diagnosticado de “luxación completa de falange primera con desplazamiento al quinto pino”. Esto último es mío, pero el ver mi dedo en cuatro trozos, y la última falange montada en la segunda de veras imponía.

Ya con mi regañina y con mi hierro pertinente me dirigí al coche preguntándome cómo demonios iba yo a conducir con el brazo dormido hasta el codo y la férula que apuntaba a cualquier lado menos para donde el resto de la mano…

Con algún que otro susto, como el que se me quedara atrancado el hierro entre la palanca del freno de mano y el asiento, y tuviera que venir la diligente mano izquierda al rescate… llegué a casa y, como bajo los efectos de la anestesia mi dedo había dejado de doler, decidí volver a mi cuadro. ¡¡Iba tan contenta!!

Para mí había salido el sol… hoy no era todo tan gris, el dedo en su sitio, protegido por ese inmenso armatoste metálico, no dolía…


Cuando me di cuenta el cuadro había cambiado y reflejaba mi estado de ánimo en aquel momento: oscuro, pero con luz al fondo.

Y entonces , ya sabéis como soy. Me senté en el sofá con el cuadro en frente y comencé a soñar… Me preguntaba si era el anochecer y el sol se extinguía, o el amanecer y solo tomaba fuerza para comenzar el día… decidí que las dos cosas. Me gustan tanto las dos…

El sol se levantó como cada día pensando que simplemente sería uno más, y cuando sus primeros rayos comenzaron a recorrer ese mar tan quieto, tan oscuro aún. Unos puntos de color llamaron su atención. Eran tres bonitos veleros que formaban un conjunto cromático de gran belleza entre tantos tonos de azul. Disfrutó la visión, se enamoró de lo que veía, era tan inusual…y optó por no cambiar aquel mágico momento, no cambiar nada en esta imagen que tanto le gustaba y, sólo ese día decidió no subir, ni bajar…
Se quedó en el mismo sitio observando, llenandose de los vaivenes de los barcos en el mar, adormecido en el silencio... Y fue entonces cuando por primera vez, el amanecer y el anochecer fueron uno. Aquel día nada más...

Ni que decir tiene que este cuadro tiene para mí un gran valor sentimental.